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EL ESTILO SEVILLANO: ¿UN ESTILO PROPIO?. El Gigante Egoísta.

EL ESTILO SEVILLANO: ¿UN ESTILO PROPIO?

En Sevilla, ciudad regida por la estética más simple y afortunada: la estética de que las cosas te gusten, independientemente de lo que marquen cánones y estilos. De ésta estética nace el jardín netamente sevillano, de la morfología de sus antiguas casas de ascendencia árabe, la organización comunicada de patios entre rejas, jardincillos con arriates, fuentes y macetas.

Sevilla.-Patio Duquesa de Peñaranda

El patio convertido en eje central de la casa, donde se expresa todo el lujo y la decoración, al mismo tiempo que cumple las finalidades más cotidianas, nobles y trascendentales dentro de su ordenación doméstica. 

Patios arquitecturales, con pavimentos de mármol, profusión de azulejos y magníficas rejas, son patios suntuosos, carentes de la intimidad entrañable de los patios árabes, pero con la misma filosofía.

El uso de plantas y exornos vegetales constituyen el más antiguo y seguro antecedente de la jardinería sevillana a la que tendríamos que añadir los jardines conventuales, de santa calma, profusamente distribuidos en toda la ciudad, el Compás de Santa Paula, Compás de Santa Clara, clavería de San Clemente o de Santa Inés... recintos de paz y serenidad, donde grandes paredones de cal, cubiertos de plantas trepadoras, llenan de flores las paredes con arriates profusamente floridos con rosales, geranios y malvalocas, flores al aire con los naranjos, limoneros, laureles, arrayanes, albahacas, hierbabuena, nardos y romero, junto con los jazmines y damas de noche dan aromas y fragancias a los patios que los conforman.

 

Casa de Pilatos.-SEVILLA

En Sevilla los jardines son domésticos, reducidos, recatados, se funden con la casa, invaden el patio, trepan a las azoteas y se asoman por las ventanas convirtiéndose en lugares de intimidad y reposo, si el jardín tiene gran extensión se compartimenta dándole sentidos diversos, íntimos, individualistas. Mármoles y ladrillos forman con sobriedad y riqueza las fuentes, las tazas y los pavimentos de los paseos con gran sencillez de sentido estético, predominio de lo cerrado y lo privado. La casa mira al jardín, no el jardín a la calle, se relaciona con el patio buscando la protección del sol, son jardines fáciles de mantener.

Generalmente son llanos, esquemáticamente sencillos, se estructuran a través de una sucesión de espacios, de forma cuadrangular o rectangular de dimensiones modestas, basadas en la compartimentación del espacio, su diseño es formal y simétrico, un jardín dividido en cuatro, jardín de crucero, por la intersección de dos caminos en cuyo eje aparece la fuente con surtidor o el pozo en un vivo afán del uso del agua.

Una ausencia de pretensiones en busca de los íntimo y un desmesurado amor a lo misterioso, se manifiesta en un cuidado estudio de las luces y las sombras y el gusto por las glorietas y los rincones.

Son las plantas que se utilizan las que contribuyen a crear el estilo, predomina el verde en los árboles y arbustos, los cipreses se sitúan en los puntos singulares, en esquinas o cruces de caminos, formando arcos uniendo sus copas, los árboles de hoja perenne nos protegen del sol durante todo el año, palmeras, magnolias, laureles, naranjos y limoneros.

Casa de Pilatos.-SEVILLA

Alternan en el jardín las plantas más nobles con los frutales, las albahacas y los romeros, los setos son de arrayán o boj, a las plantas no se las atormenta, sino que se las cultiva con toda su belleza peculiar.

No se da importancia a las masas de flor, se mezclan promiscuamente a modo de tapices persas en colores claros, como en el jardín islámico. Las macetas son elementos imprescindibles ya sean de barro cocido o de cerámica, en colores blancos, azules o verdosos, bien dispuestas, se distribuyen por todo el jardín.

El agua con escaso caudal es aquí también elemento fundamental, se conduce a través de canalillos, escaleras o caminos ordenando con su trazado en el que no puede faltar la fuente o la taza con azulejos por fuera y por dentro, de forma geométrica o estrellada, que se levanta escasamente del suelo del que sobresale el fino surtidor.

Su trazado, qué duda cabe, está basado en la estructura del jardín hispano-árabe, carece de un trazado unitario, el agua tratada según la tradición, los pavimentos de ladrillo y los guijarros, con atractivos dibujos o simplemente de ladrillos en espiga, los más artesanales con olambrillas y azulejos, complementados con bancos de fábrica de ladrillo, azulejos y escuadras vidriadas acompañando glorietas y paseos, entre muros y paredes encaladas.

La expresión estética se funde en detalles populares de jardinería colocados espontáneamente “sui generis” que determinan el carácter del jardín, cuyo sentido subsiste sean cuales fuere las injerencias extrañas que por razones del tiempo inciden en su futuro. Unido a su sencillez, encontramos el perfume del jazmín o la dama de noche, del nardo o del heliotropo, o tal vez del naranjo en primavera que trasciende desde el jardín a las calles de la ciudad, y algo muy importante, el cielo y la luz de Sevilla que hace que los jardines tomen aspectos esenciales.

Casa de Pilatos.-SEVILLA

Así describe Javier de Whinthuysen el jardín sevillano:

“Los recuadros de flores en planos bajos, explica a quien quiera entender, para aprovechar el riego, rodeados de setos vivos que impiden que el aire los deseque, los paseos enlosados para mayor pulcritud. A la flora no se la atormenta ni rebaja a materia constructiva, sino que se la deja libre con sus significaciones y bellezas particulares, alterna la planta noble con el frutal, el agua demuestra espejos en los embalses, arroyos en los canalillos del pavimento, lluvia en el surtidor que refresca el ambiente. Arriates en los muros para el tapiz trepador. Acomodo para la siesta, para la reunión, para la intimidad, para el baño, nunca decoración vana, y en sus obras de fábrica a veces la azulejería, pero como cualquier otro elemento decorativo y sin que constituya su característica hasta el extremo que en ciertos jardines si aparece”.

En Sevilla aparecen como por encanto de magia los jardines secretos, no pueden ser la mayor parte del tiempo observados, son el encanto de una Sevilla misteriosa, íntima, que se inclina sobre su pasado, sus nostalgias de naturaleza, sobre su sed de humanidad, por todos los lugares escarnecida.

Hacer un inventario es casi imposible.

Después de varios años y según un movimiento de opinión que ha revalorizado a la vez un arte de vivir y la preocupación de la protección de un patrimonio de varios semblantes (entre ellos la naturaleza) los jardines secretos salen progresivamente de la clandestinidad elitista en la cual han estado mantenidos.

Jardines minúsculos, un árbol plantado en un simple arriate, unas plantas trepadoras en los muros encalados, unas macetas de helechos y geranios son la diversidad de una naturaleza establecida, caprichosa, vestigios de una Sevilla tradicional antigua que no ha sabido en su desarrollo borrar totalmente el impulso de una naturaleza que la provoca.

Corral del Conde.-SEVILLA

Más modestos los patinillos, un arriate, un grupo de macetas y tiestos en las paredes son el sólo exponente, una organización simple pero que enseñorea el recinto convirtiéndolo en el lugar más íntimo y grato de la casa sevillana.

Jardines íntimos, secretos, jardines pequeños, sutilesdonde el sevillano ha desarrollado toda su sensibilidad e imaginación para convertirlos en rincones de paz y silencio, un ligero rumor de un surtidor de agua, un pequeño arriate con algunas flores y en los muros de cal, enredaderas con un denominador común: en todos ellos un trozo de cielo de Sevilla, el cielo es lo esencial.

El secreto de los jardines de Sevilla está en su luz ¡cuántos colores y matices diferentes!

Un pensar impensado, un saber no aprendido, una ciencia sin sistema, divagar, traducir una sensación por otra, sentirse crítico, mucha ilusión y deseo... pueden ser los principios de esta jardinería popular.

Museo de Bellas Artes.-SEVILLA

La acostumbrada literatura sobre los jardines de Sevilla suele estar alejada de la realidad cotidiana.

Decía Rafael Laffón en el libro “Quien no vio a Sevilla...”, refiriéndose a los jardines de Sevilla: “No busquéis pues en ellos imitación servil, ni exclusividad, ni simetría, normas prefijadas, ni pureza de estilo... Buscad la gracia de Sevilla y lo demás se os dará por añadidura. Ved cómo la gracia de la ciudad viene a ser también el alma de los jardines”.

La estructuración del jardín depende mucho más de la idiosincrasia de sus realizadores que de las normas que dictan los estilos históricos del arte de la jardinería, sin atenerse a una organización formal concreta, poseen un inextinguible carácter como consecuencia del sentido estético del propietario y de la espontánea colaboración de la naturaleza en su desarrollo, vierte su placer hacia adentro, sin ostentaciones representativas en ámbitos limitados, completando su amenidad con la vegetación a partir de unos elementos de extremada sencillez dispuestos en un reducido espacio.

 

El espíritu del jardín sevillano está en el orden de las calidades, en la distribución de las plantas, la muda tristeza de sus jazmines celestes, las mosquetas, las buganvillas, los jazmines y las damas de noche plantadas con espontaneidad pensada, el olor de las flores, la humedad del agua, el rumor de sus fuentes, es el jardín de los sentidos, olor, tacto, gusto, oído y vista.

Plaza de Santa Cruz.-SEVILLA

¿No puede ser  este el verdadero estilo sevillano o andaluz de los jardines tradicionales?

Toda una Sevilla poética y literalmente descrita de lo que entendemos como jardín sevillano, de antecedentes culturales árabes y clara expresión del sentimiento de sus gentes, son definiciones de la jardinería popular.

En Sevilla se cuida, se mima, especialmente por la mujer, el jardín íntimo de la casa, el de las macetas del balcón, el patinillo o la azotea, a lo mejor hasta los arriates del chalet, el que lo tenga, pero no pasan de aquí los límites del afecto.